El saqueo y la contaminación no es sólo minero, sojero, petrolero o pesquero, también lo es intelectual, hasta el patrimonio cultural intangible está siendo vilmente desvastado...
El autor de la nota que transcribo a continuación no es santo de mi devoción y me importa un bledo los intereses que pueda representar (si es que los representa, no lo creo) o para los medios que escribe (aunque sí merezca mi respeto por haber tenido la deferencia de subirle el pulgar a algunas de las cartas que mandé al Diario Los Andes que finalmente fueron publicadas). La nota la transcribo por que me siento identificado en su contenido y creo que refleja el estado de confusión y paranoia que permanentemente intenta sembrar la runfla oficialista para confundir más a la confusión reinante, porque sólo bajo un estado de anarcotizante, efedrinizante confusión, pueden cometerse tantas tropelías juntas alegando el nombre de referentes tan arraigados en el imaginario colectivo, como lo es por ejemplo Arturo Jauretche.
En definitiva, los medios, como en el que este buen hombre escribe, se autodenominan "masivos de comunicación" y si hay comunicación tiene que haber feed-back (inversión del esquema emisor-receptor) y si la comunicación es masiva, los medios tienen que ser de todos, porque si no el diálogo es de sordos, por eso alguna vez, cuando el pensamiento sociopolítico deje de estar enfrascado en las más absurdas banalidades temporales en las que intentan mantenernos sumergidos, tendermos que asumir que esos medios son de todos y proceder a apropiarnos de ellos, en concordancia con el deber intrínseco de toda concencia que se precie portadora de dignidad. De nada sirve la esperpenta mascarada oficialista llamada proyecto de ley de medios, porque como toda esperpenta mascarada oficialista, esconde más y más negocios y negocios para seguir embolsando y seguir embolsando la guita y la guita de los ciudadanos y los ciudadanos (algunos nostálgicos despistados y trasnochados filósofos de cafetín porteño le llaman "redistribución de la riqueza" yo prefiero ser menos pretensioso y llamarle "saqueo del patrimonio nacional").
Telefónica (directa beneficiaria del proyecto oficialista de regulación de medios, que ya se relame y babea a gargajo tendido por la jugosa dádiva del gobierno) no es ni por asomo diferente que el socio bastardo del gobierno, Clarín. En definitiva, el pase de un oligopolio a otro no representa otra cosa que lo que hoy representan nuestros gobernantes que se arrejuntan y apalean en el para nada variopinto escenario político actual: "más de lo mismo" Las empresas de servicios públicos no deberían tener vía libre para sumarse al vedettismo de la banalidad mediática, pero bue, andá a hacerles entender algo a estos, si lo único en lo que ponen la cabeza es en la especulación financiera, cosa que vienen haciendo desde hace treinta y pico de años. Es obvio que lo ilógico y lo irracional es la lógica racional para estos nefastos personajes, o acaso vamos a ser tan idiotas o tan ingenuos como para pensar que van a hacer algo diferente ahora...?
Vendría bien recordar esa preguntita, (por más que suene a preguntonta); a ver, a ver, repitan con migo -vamos a ser tan idiotas o tan ingenuos como para pensar que van a hacer algo diferente ahora...? Acuérdenseeeee..! dentro de unos meses, cuando el histeriqueo oficialista empiece a corroer y carcomer esa nueva alianza; desde el vamos, yo no le doy mucuho tiempo para que la telefonía pública empiece a tambalear, porque indudablemente los gallegos inviertirán sólo para seguir metiendonos "triple play" hasta por el orto (eeeepa! se me soltó la cadena, como al Lole...!), y el resto de la renta que embolsan a paladas la giren al exterior, como hacen ahora; y vaya que viene al caso mencionarlo, en vez de esmerarse por tratar con dignidad al ciudadano con un buen servicio (ay, ay, ay, pobre iluso!), ponen todas las fichas en, por ejemplo, vender millones de aparatos que importaron y no funcionan y les obligan a los empleados a venderlos igual...
- Vaya a saber por qué coño, hombre!
- Pues, porque es un verdadero despropósito que una empresa de servicios públicos tenga perfil comercial, o tú qué catzo crees? ¡Mequetrefe!
Entonces, cuando el esmeril de la irreverencia termine de pulir otra vez la fina capa de cordura que pueda esgrimir ese endeble voto de confianta pactado entre corporaciones, inventarán otra guerra, dirán que hay que "argentinizar" la telefonía, como ya han argentinizado Repsol-YPF, Aerolineas, los bancos, los casinos, el dinero de los jubilados, y el negocio del fútbol, pero la codicia del poder que pareciera no tener límites necesita más "pasto" para las insaciables fieras, eso es gula en sentido literal, porque de alguna forma hay que mantener encendida la hoguera de la violencia mediática estadual, porque un ciudadano quemado por la paranoia oficialista es funcional a tanta basura exacerbadamente neoliberal y oligárquica (muy gárquica) que gobierna con el único y excluyente propósito de embolsar, porque no hay que ser demasiado astuto como para darse cuenta que la inmensa fortuna declarada que avrgüenza al país son apenas billetes que no dejan ver todo el fajo, por que a pesar de lo escandaloso que pudiera resultar ese monto, sabemos que defininitivamente lo pueden llegar a justificar, teniendo en cuenta la lenidad de nuestra Justicia y la vulnerabilidad fiscal creada para delinquir.
Telefónica (directa beneficiaria del proyecto oficialista de regulación de medios, que ya se relame y babea a gargajo tendido por la jugosa dádiva del gobierno) no es ni por asomo diferente que el socio bastardo del gobierno, Clarín. En definitiva, el pase de un oligopolio a otro no representa otra cosa que lo que hoy representan nuestros gobernantes que se arrejuntan y apalean en el para nada variopinto escenario político actual: "más de lo mismo" Las empresas de servicios públicos no deberían tener vía libre para sumarse al vedettismo de la banalidad mediática, pero bue, andá a hacerles entender algo a estos, si lo único en lo que ponen la cabeza es en la especulación financiera, cosa que vienen haciendo desde hace treinta y pico de años. Es obvio que lo ilógico y lo irracional es la lógica racional para estos nefastos personajes, o acaso vamos a ser tan idiotas o tan ingenuos como para pensar que van a hacer algo diferente ahora...?
Vendría bien recordar esa preguntita, (por más que suene a preguntonta); a ver, a ver, repitan con migo -vamos a ser tan idiotas o tan ingenuos como para pensar que van a hacer algo diferente ahora...? Acuérdenseeeee..! dentro de unos meses, cuando el histeriqueo oficialista empiece a corroer y carcomer esa nueva alianza; desde el vamos, yo no le doy mucuho tiempo para que la telefonía pública empiece a tambalear, porque indudablemente los gallegos inviertirán sólo para seguir metiendonos "triple play" hasta por el orto (eeeepa! se me soltó la cadena, como al Lole...!), y el resto de la renta que embolsan a paladas la giren al exterior, como hacen ahora; y vaya que viene al caso mencionarlo, en vez de esmerarse por tratar con dignidad al ciudadano con un buen servicio (ay, ay, ay, pobre iluso!), ponen todas las fichas en, por ejemplo, vender millones de aparatos que importaron y no funcionan y les obligan a los empleados a venderlos igual...
- Vaya a saber por qué coño, hombre!
- Pues, porque es un verdadero despropósito que una empresa de servicios públicos tenga perfil comercial, o tú qué catzo crees? ¡Mequetrefe!
Entonces, cuando el esmeril de la irreverencia termine de pulir otra vez la fina capa de cordura que pueda esgrimir ese endeble voto de confianta pactado entre corporaciones, inventarán otra guerra, dirán que hay que "argentinizar" la telefonía, como ya han argentinizado Repsol-YPF, Aerolineas, los bancos, los casinos, el dinero de los jubilados, y el negocio del fútbol, pero la codicia del poder que pareciera no tener límites necesita más "pasto" para las insaciables fieras, eso es gula en sentido literal, porque de alguna forma hay que mantener encendida la hoguera de la violencia mediática estadual, porque un ciudadano quemado por la paranoia oficialista es funcional a tanta basura exacerbadamente neoliberal y oligárquica (muy gárquica) que gobierna con el único y excluyente propósito de embolsar, porque no hay que ser demasiado astuto como para darse cuenta que la inmensa fortuna declarada que avrgüenza al país son apenas billetes que no dejan ver todo el fajo, por que a pesar de lo escandaloso que pudiera resultar ese monto, sabemos que defininitivamente lo pueden llegar a justificar, teniendo en cuenta la lenidad de nuestra Justicia y la vulnerabilidad fiscal creada para delinquir.
Como una suerte de agradecimiento a mis notas publicadas y esperando siga con esa dadivosa conducta hacia mi catarsis hecha palabra y hacia quienes lastimosamente se hacen eco de ella, a continuación efectúo la transliteracón en mi "medio" (medio un cuartito) de esto que, en medio de tanto oprobio, creo amerita un atisbo de consideración.
Federico Soria
Federico Soria
Imagen tomada para la ocasión del blog "Labisar" (espacio
para la cultura de la Comarca Andina, El Bolsón, Río Negro)
Al decir de Jauretche, los “viudos tristes” viven añorando el pasado en vez de construir el futuro; prefieren el amor del hijo junto a la tumba del padre que el amor del padre junto a la cuna del hijo. (Carlos La Rosa)
Si hay un pensador argentino al que Cristina Fernández y los intelectuales K citan con gran frecuencia es a Arturo Jauretche; algo raro porque antes los “setentistas” se referenciaban mucho más en Cooke, Hernández Arregui, Puiggrós o hasta Scalabrini Ortiz, porque -sin decirlo directamente- veían a Jauretche como tibio, como poco de “izquierda”. Pero ahora parece que no.
Releyendo a Jauretche, es cierto que lo que éste decía y lo que dicen hoy los kirchneristas es bastante parecido. Pero si las ideas, más que analizadas literalmente lo son en base a su contexto histórico, quizá aparezcan algunas diferencias entre el pensamiento de Jauretche y el K.
Jauretche en su tiempo. Don Arturo era un radical nacionalista, pero en los albores del peronismo, frente a la mayoría de los radicales y nacionalistas que lo vieron como un movimiento bárbaro, de desclasados conducidos por un demagogo de ideas fascistas, Jauretche explicó así su apoyo al peronismo naciente:
“El nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo; y ésta es la sustancial diferencia. Para ustedes la nación se realizó y fue derogada. Para nosotros, todavía sigue naciendo”.
Cuando cayó Perón, Jauretche esbozó la siguiente crítica hacia el movimiento que defendió y que desde ese día defendería aún más: “Se cometió el error de desplazar y hasta hostilizar a los sectores de clase media... permitiendo al adversario unificarla en contra, máxime cuando se lesionaron inútilmente sus preocupaciones éticas y estéticas”.
Cuando Perón regresó en los ‘70, Jauretche -que había luchado como nadie por ese regreso- criticó a la juventud peronista que se proponía conducir el gobierno aún enfrentándose con Perón, diciéndoles: “Y este mocito no se para aquí, sino que ya empieza a clasificarnos a los que de lejos venimos por la huella nacional, diciendo éste sirve y éste no sirve y eligiendo como el indio con la lanza entre Albrieu, Cooke, Cardozo,Vandor, Osella Muñoz, etc. ¿No les digo que quieren agarrar las riendas? Menudo lío que tenemos los nacionales en aclarar nuestras cosas para que vengan las visitas y en cuanto se les sirve un mate, empiecen a decir, éste toma y éste no toma”.
A partir de estas significativas citas de fechas tan distintas, se deduce que en todo su devenir histórico, Jauretche sostuvo que se trataba de abrir, no de cerrar. De ir hacia adelante en vez de mirar atrás. De integrar a los diversos en vez de temer ser integrado por los otros.
De sumar y no de restar. De desplegar las banderas, no de guardarlas para una minoría de elegidos. Toda su vida estuvo fascinado por el futuro por venir, por los hijos por nacer, no encerrado en la veneración de un pasado mítico. Vivió criticando a los “viudos tristes”, esos que pasaban añorando lo que fue, en vez de construir lo que debería ser.
Jauretche en tiempos de Kirchner
El kirchnerismo y sus aliados, aunque repitan a Jauretche, no parecen tener la misma mirada política que tuvo él. Más bien, con respecto a la evolución histórica parecen tener la mirada opuesta.
A Hebe de Bonafini no vale la pena criticarla tanto por sus exabruptos -quizá comprensibles en una madre con un dolor irrenunciable a cuestas- pero la frase con la que ella critica a otra madre (Graciela Fernández Meijide) es algo más que un exabrupto: “Desde esta plaza repudiamos todo lo que se diga con respecto a los desaparecidos.
Las Madres no vamos a discutir el número; lo que vamos a discutir es quiénes tenemos derecho a gritar, a decir y a defenderlos y quienes se asoman de vez en cuando para vender un libro rastrero”.
La señora de Bonafini nos está diciendo que sólo ella o quien ella permita, son los representantes en la tierra de los desaparecidos. El resto -incluso otras madres como Fernández Meijide- son “ratas” cuando hablan de ellos.
De proliferar tales ideas, el movimiento de los derechos humanos, cuya universalización a partir de la gesta de las madres fue cada vez mayor en la Argentina, tendería a encerrarse en un grupo de elegidos que serían sus únicos intérpretes. El resto sería “la derecha”.
Salvo cuando Bonafini autorice. Porque así como no autoriza a Fernández Meijide a hablar ni de su propio hijo desaparecido, permite y avala que Cristina Fernández compare el secuestro de personas con el “secuestro” de goles de fútbol. O que Néstor Kirchner compare una manifestación multitudinaria en apoyo del campo con los “grupos de tarea” de la dictadura.
Los intelectuales kirchneristas de “izquierda” creen que “la nueva derecha” es distinta a la “vieja”, porque antes la derecha hablaba con palabras de derecha, mientras que ahora se disfraza de izquierda. Por eso, de lo que se trata, dicen en su “Carta Abierta 3”, es de denunciar a los impostores: “Es cierto que, visiblemente, hoy no son muchos los que aceptan enarbolar blasones de derecha. Hay que buscarla en todos los lenguajes disponibles, en todos los partidos existentes, en todas las conductas públicas que puedan imaginarse”.
O sea, la misión de la izquierda K es la de delatar a los nuevos brujos, a los infiltrados, a los que hablan como “buenos de izquierda” pero en realidad son “malos de derecha”.
Así, en vez de buscar imponerse convenciendo a las mayorías populares de sus ideas mejores, como creen que hoy la gente es idiota (o, al menos, que está idiotizada por la tevé) lo que se proponen es -cual nuevo Tribunal de la Inquisición- quemar a los brujos, a ver si una vez quemados los “malos” la gente vuelve a pensar como los “buenos”.
Antes, cuando eran jóvenes y creían que el futuro era suyo, hacían todo lo posible para adelantarlo. Ahora, como creen lo contrario, hacen lo imposible por pararlo. Se sienten una élite iluminada, una aristocracia del espíritu incomprendida por la vulgaridad dominante de una clase media influida por el “complejo agromediático”: esos periodistas mediocres que quieren quitar a ellos el liderazgo intelectual y esos productores burgueses con olor a bosta.
Los intelectuales K antes de ser K, estaban encerrados en sus cenáculos universitarios, hasta que un aprendiz de brujo los hizo salir, pero no para ayudar con sus saberes a la sociedad sino para dar peroratas sobre su superioridad moral de academia medieval contra los nuevos bárbaros, a los que se proponen exorcizar y despreciar.
En los ‘70, estos intelectuales eran los “infiltrados de izquierda” dentro de un movimiento que se resistía a incorporar sangre nueva, pese al trasvasamiento generacional declamado por Perón. Ahora son ellos los que denuncian a los “infiltrados de derecha” que les quieren robar sus banderas. Por eso en vez de desplegarlas, las guardan para que no se las roben.
Ésa es la confianza que tienen en sí mismos, en el pueblo (hoy dominado culturalmente -dicen- por el “complejo agromediático”) y en la historia (que si ellos no la paran -dicen- se bandea definitivamente hacia la derecha). Por ende, terminan defendiendo la concentración del poder en una sola persona, porque para ellos el autoritarismo estatal es el mal menor.
Los “cabecitas negras” del primer peronismo se sentían dueños de su destino y amaban el futuro porque sabían que sería mejor que su pasado. Jauretche luego explicó a la clase media que debía conjugarse con los obreros para luchar todos juntos por un país más justo, por un futuro mejor.
En cambio, los jauretchianos actuales -repetidores mecánicos de Jauretche- son “viudos tristes” de un pasado que ya fue y no volverá. Un pasado que no disfrutaron cuando fue porque entonces también les parecía de “derecha” y tampoco ahora lo pueden disfrutar porque no está más. Entonces, contra todo sentido y razón, lo quieren resucitar.
En síntesis, los resultados de esa lógica política e intelectual están a la vista: en 2007 el kirchnerismo perdió el apoyo de las clases medias urbanas. En 2008 perdió el apoyo de las clases medias rurales. Y en 2009 perdió el conurbano bonaerense, al que intentó retener con candidaturas truchas creyendo que los pobres votaban como ganado. Pero los pobres se resistieron a ese menosprecio y derrotaron a ese oficialismo que cree que la gente es manipulable.
Es que a tales fracasos inevitablemente conduce toda propuesta política que, en vez de abrir, cierra; en vez de integrar teme ser integrada; en vez de amar el futuro añora el pasado; en vez de sumar, resta; en vez de entender la realidad y conducirla, busca enfrentarla o negarla. No parece ser nada de eso a lo que ofrendó su vida don Arturo Jauretche.
Releyendo a Jauretche, es cierto que lo que éste decía y lo que dicen hoy los kirchneristas es bastante parecido. Pero si las ideas, más que analizadas literalmente lo son en base a su contexto histórico, quizá aparezcan algunas diferencias entre el pensamiento de Jauretche y el K.
Jauretche en su tiempo. Don Arturo era un radical nacionalista, pero en los albores del peronismo, frente a la mayoría de los radicales y nacionalistas que lo vieron como un movimiento bárbaro, de desclasados conducidos por un demagogo de ideas fascistas, Jauretche explicó así su apoyo al peronismo naciente:
“El nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo; y ésta es la sustancial diferencia. Para ustedes la nación se realizó y fue derogada. Para nosotros, todavía sigue naciendo”.
Cuando cayó Perón, Jauretche esbozó la siguiente crítica hacia el movimiento que defendió y que desde ese día defendería aún más: “Se cometió el error de desplazar y hasta hostilizar a los sectores de clase media... permitiendo al adversario unificarla en contra, máxime cuando se lesionaron inútilmente sus preocupaciones éticas y estéticas”.
Cuando Perón regresó en los ‘70, Jauretche -que había luchado como nadie por ese regreso- criticó a la juventud peronista que se proponía conducir el gobierno aún enfrentándose con Perón, diciéndoles: “Y este mocito no se para aquí, sino que ya empieza a clasificarnos a los que de lejos venimos por la huella nacional, diciendo éste sirve y éste no sirve y eligiendo como el indio con la lanza entre Albrieu, Cooke, Cardozo,Vandor, Osella Muñoz, etc. ¿No les digo que quieren agarrar las riendas? Menudo lío que tenemos los nacionales en aclarar nuestras cosas para que vengan las visitas y en cuanto se les sirve un mate, empiecen a decir, éste toma y éste no toma”.
A partir de estas significativas citas de fechas tan distintas, se deduce que en todo su devenir histórico, Jauretche sostuvo que se trataba de abrir, no de cerrar. De ir hacia adelante en vez de mirar atrás. De integrar a los diversos en vez de temer ser integrado por los otros.
De sumar y no de restar. De desplegar las banderas, no de guardarlas para una minoría de elegidos. Toda su vida estuvo fascinado por el futuro por venir, por los hijos por nacer, no encerrado en la veneración de un pasado mítico. Vivió criticando a los “viudos tristes”, esos que pasaban añorando lo que fue, en vez de construir lo que debería ser.
Jauretche en tiempos de Kirchner
El kirchnerismo y sus aliados, aunque repitan a Jauretche, no parecen tener la misma mirada política que tuvo él. Más bien, con respecto a la evolución histórica parecen tener la mirada opuesta.
A Hebe de Bonafini no vale la pena criticarla tanto por sus exabruptos -quizá comprensibles en una madre con un dolor irrenunciable a cuestas- pero la frase con la que ella critica a otra madre (Graciela Fernández Meijide) es algo más que un exabrupto: “Desde esta plaza repudiamos todo lo que se diga con respecto a los desaparecidos.
Las Madres no vamos a discutir el número; lo que vamos a discutir es quiénes tenemos derecho a gritar, a decir y a defenderlos y quienes se asoman de vez en cuando para vender un libro rastrero”.
La señora de Bonafini nos está diciendo que sólo ella o quien ella permita, son los representantes en la tierra de los desaparecidos. El resto -incluso otras madres como Fernández Meijide- son “ratas” cuando hablan de ellos.
De proliferar tales ideas, el movimiento de los derechos humanos, cuya universalización a partir de la gesta de las madres fue cada vez mayor en la Argentina, tendería a encerrarse en un grupo de elegidos que serían sus únicos intérpretes. El resto sería “la derecha”.
Salvo cuando Bonafini autorice. Porque así como no autoriza a Fernández Meijide a hablar ni de su propio hijo desaparecido, permite y avala que Cristina Fernández compare el secuestro de personas con el “secuestro” de goles de fútbol. O que Néstor Kirchner compare una manifestación multitudinaria en apoyo del campo con los “grupos de tarea” de la dictadura.
Los intelectuales kirchneristas de “izquierda” creen que “la nueva derecha” es distinta a la “vieja”, porque antes la derecha hablaba con palabras de derecha, mientras que ahora se disfraza de izquierda. Por eso, de lo que se trata, dicen en su “Carta Abierta 3”, es de denunciar a los impostores: “Es cierto que, visiblemente, hoy no son muchos los que aceptan enarbolar blasones de derecha. Hay que buscarla en todos los lenguajes disponibles, en todos los partidos existentes, en todas las conductas públicas que puedan imaginarse”.
O sea, la misión de la izquierda K es la de delatar a los nuevos brujos, a los infiltrados, a los que hablan como “buenos de izquierda” pero en realidad son “malos de derecha”.
Así, en vez de buscar imponerse convenciendo a las mayorías populares de sus ideas mejores, como creen que hoy la gente es idiota (o, al menos, que está idiotizada por la tevé) lo que se proponen es -cual nuevo Tribunal de la Inquisición- quemar a los brujos, a ver si una vez quemados los “malos” la gente vuelve a pensar como los “buenos”.
Antes, cuando eran jóvenes y creían que el futuro era suyo, hacían todo lo posible para adelantarlo. Ahora, como creen lo contrario, hacen lo imposible por pararlo. Se sienten una élite iluminada, una aristocracia del espíritu incomprendida por la vulgaridad dominante de una clase media influida por el “complejo agromediático”: esos periodistas mediocres que quieren quitar a ellos el liderazgo intelectual y esos productores burgueses con olor a bosta.
Los intelectuales K antes de ser K, estaban encerrados en sus cenáculos universitarios, hasta que un aprendiz de brujo los hizo salir, pero no para ayudar con sus saberes a la sociedad sino para dar peroratas sobre su superioridad moral de academia medieval contra los nuevos bárbaros, a los que se proponen exorcizar y despreciar.
En los ‘70, estos intelectuales eran los “infiltrados de izquierda” dentro de un movimiento que se resistía a incorporar sangre nueva, pese al trasvasamiento generacional declamado por Perón. Ahora son ellos los que denuncian a los “infiltrados de derecha” que les quieren robar sus banderas. Por eso en vez de desplegarlas, las guardan para que no se las roben.
Ésa es la confianza que tienen en sí mismos, en el pueblo (hoy dominado culturalmente -dicen- por el “complejo agromediático”) y en la historia (que si ellos no la paran -dicen- se bandea definitivamente hacia la derecha). Por ende, terminan defendiendo la concentración del poder en una sola persona, porque para ellos el autoritarismo estatal es el mal menor.
Los “cabecitas negras” del primer peronismo se sentían dueños de su destino y amaban el futuro porque sabían que sería mejor que su pasado. Jauretche luego explicó a la clase media que debía conjugarse con los obreros para luchar todos juntos por un país más justo, por un futuro mejor.
En cambio, los jauretchianos actuales -repetidores mecánicos de Jauretche- son “viudos tristes” de un pasado que ya fue y no volverá. Un pasado que no disfrutaron cuando fue porque entonces también les parecía de “derecha” y tampoco ahora lo pueden disfrutar porque no está más. Entonces, contra todo sentido y razón, lo quieren resucitar.
En síntesis, los resultados de esa lógica política e intelectual están a la vista: en 2007 el kirchnerismo perdió el apoyo de las clases medias urbanas. En 2008 perdió el apoyo de las clases medias rurales. Y en 2009 perdió el conurbano bonaerense, al que intentó retener con candidaturas truchas creyendo que los pobres votaban como ganado. Pero los pobres se resistieron a ese menosprecio y derrotaron a ese oficialismo que cree que la gente es manipulable.
Es que a tales fracasos inevitablemente conduce toda propuesta política que, en vez de abrir, cierra; en vez de integrar teme ser integrada; en vez de amar el futuro añora el pasado; en vez de sumar, resta; en vez de entender la realidad y conducirla, busca enfrentarla o negarla. No parece ser nada de eso a lo que ofrendó su vida don Arturo Jauretche.
Pero si la ironía no puede venir sino de un "piojo resucitado"!!!
ResponderEliminar"los gallegos invertirán sólo para seguir metiéndonos "triple play" hasta por el orto"...
No triple, no sólo lxs gallegxs, no excluyamos, che.
De Meijide, leí comentario en Perfil a su libro de Nº. La verdad, no sé de qué lado me pongo y tampoco tiene relevancia. Sinceramente, como digo a veces: "Faltan medios virtuosos, sobran extremos mediocres".
No por sentenciar, pero cada vez nos hacemos más mierda entre nos y escrito por José Hernández, cuando se pelean los de adentro, no sólo nos devoran los de afuera; también no recog*n, nos garc*an, nos morfan a su gusto y piacere. Y un grave problema, es que de adentro viene la invitación para que tomen partido los de "ajuera" y a su vez, ya el "ajuera" incluye partes del "adentro" como ser... norteñxs. ¿Son argentinxs? La xenofobia que existe contra el inmigrante laburante peruanx, bolivianx, paraguayx, incluso jujeñxs, etc. es terrible. Una vez escuché de una boca adolescente salir como insulto: ¡Boliviana! Yo, tercera no implicada les caí al grupete.
Qué vienen a ser las fronteras, también me jode terriblemente.
ALCA-rajo.
La entrada de hoy ya la tengo re-vista revista e incluso, reenviada.
Gracias, saludos!!!