Como no podía ser de otra manera, CFK utilizó el tema de los mineros de Chile para lanzar críticas a supuestos opositores que tiene de este lado de la cordillera, haciendo como siempre hace, elucubraciones a lo Goebbels, en este caso sobre el trato que le hubieran dado si el derrumbe de la Mina San José hubiera ocurrido en cualquiera de las inseguras minas de Argentina, en especial si fuera en alguna de las tantas existentes en el propio feudo presidencial, que por cierto parecieran no reflejar una situación muy diferente a la que presentaba aquella del vecino país, reconocida incluso por las propias autoridades. ¿Se olvidó (o no quiere recordar) a los 14 mineros (3 de ellos chilenos) muertos en Río Turbio, Santa Cruz, en junio de 2004 durante la presidencia de su marido Néstor Kirchner? También hubiera sido diferente para la opinión pública argentina que ella y su esposo se hubiernn apersonado en el lugar de la tragedia, hubieran supervisado las maniobras de rescate, aydado o asistido a los familiare de las victimas y perseguido a los responsables de la empresa minera, como lo está haciendo el presidente Chileno, no les parece, queridos lectores?
"Imagínate por un segundo si esa desgracia hubiera pasado aquí (Dios no lo permita nunca). Madre de Dios...!!!. El Gobierno, responsable absoluto..."
Ahora que estamos tan espasmódicamente memoriosos, convendría al menos por un segundo tener presentes que esta desgracia pasó también en Argentina y vaya si Dios lo permitió. Sucedió ni más ni menos que en Santa Cruz, donde 14 trabajadores mineros fueron aplastados en la mina de carbón de Río Turbio (YCRT), por la corrupción y la desidia oficial y empresaria. Ocurrió no hace mucho, apenas 6 años; en el 2004, cuando Santa Cruz y la nación era gobernada por NK y Julio De Vido era el principal responsable directo de la empresa, por tejer y aceitar los hilos del andamiaje de vulnerabilidad fiscal para permitir que los controles no se hicieran y con posterioridad a la desgracia, hacer el esfuerzo por seguir manteniendo esas condiciones hasta la actualidad, como si nada hubiese pasado, por no denunciar penalmente al concesionario Sergio Taselli, sino protegerlo y seguirle manteniendo hasta el día de hoy las demás conseciones que sigue teniendo en ferrocarriles y obra pública.
En el Paraíso de la korrupción es bastante lógico que nadie le pidiera juicio político al presidente (Néstor Kirchner) ni retiro de ciudadanía y/o deportación a Julio De Vido (que seguramente hubiera merecido por el grado de responsabilidad que le cabe). Nada de eso pasó, ese andamiaje legal de vulnerabilidad fiscal es deliberadamente maleable a los caprichos políticos del poder, que cumple con la Constitución y las leyes cuando se le antoja al gobernante de turno, que no se aplicaron en esta como en tantas otras oportunidades, para encuadrar a los responsables y defender a las víctimas.
Tal vez a los nostálgicos trasnochados del posneoliberalismo les resulte atractivo el manejo feliz que hace la prensa chilena (curiosamente vasayos funcionales a las huestes de la dictadura de esa nación), del rescate que por estos días ocupa la agenda pública del mundo, pero en Argentina y más precisamente, en Santa Cruz la prensa complaciente, ha olvidado que desde el 2004 a la fecha no se ha hecho justicia, no existen culpables reales ni responsables políticos que ni siquiera hayan sido mencionados por la justicia (cuál justicia?). Y todos los funcionarios de aquella época que estuvieron en esa provincia y hoy están en la nación no fueron ni serán molestados; y consecuente y correlativamente, el empresario que tuvo la concesión del yacimiento, acusado de preparar la tragedia más grande que vivió Santa Cruz, sigue vivito y coleando, haciendo negocios con el Estado (el mismo que el matrimonio presidencial representa) y ha sido y sigue siendo, beneficiario de millonarios subsidios.
Es verdaeramente lamentable que el discurso oficial por la memoria y los DDHH sea tan tendencioso y retorcido, dejando exprofeso de lado sucesos tan dolorosos como el que nos referimos. Dios ya lo permitió en nuestro país y queda muy claro que tanto en la suerte de los mineros muertos en Santa Cruz, como en la actitud de sus respectivas autoridades políticas nacionales, los hechos en sí fueron distintos a los de Chile; y teniendo sobre sus espaldas el matrimonio presidencial la gran responsabilidad que les cabe por haber sido parte de todo este triste proceso, yo si fuera ellos, empezaría por cerrar de una buena vez la bocota y dejaría de ser tan pero tan complaciente con el capital megaminero asociado.
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