21/10/15

ÁNGEL VERÓN, ALGUNAS REFLEXIONES EN TORNO A SU ASESINATO

 
El primer paso para vencer a la imposición de la muerte como método de amedrentamiento o control social, es reconocer que tal práctica existe: en Argentina, el Estado sigue torturando y asesinando como hace 40 años, más allá de los regímenes estaduales vigentes y del poder político-empresarial de turno. El segundo, es tomar posición en favor de la vida y obrar activamente en consecuencia, oponiéndose y denunciando todas las formas de muerte y violencia que existen y operan en el lugar donde uno vive, independientemente de quién las esté planificando y llevando a cabo, así como de los motivos que llevan a implementar el uso de la fuerza pública o tercerizando la represión en contra de la lucha social.
 
Imagen tomada en instantes previos a una represiónen Chaco, el 7
de mayo de 2014. La caricatura del pibe reclamando exhibe un
collar de cartuchos de municiones disparadas por la fuerza pública,
recuperados por los manifestantes en una represión anterior.
Más allá de las puestas en escena de ocasión, hay una realidad que es inocultable. Me pasa que cuando hablo o escribo de esto, niegan y salen con cualquiera, esquivan el tema, lo evitan o en último caso, como salida forzada, lo bastardean, posicionándose en el estereotipo del “Hombre Mediocre” (de José Ingenieros). Obvio, en la dictadura también la masa que vivía dentro de una pecera, negaba los desaparecidos y la represión, o en el mejor de los casos, acuñaba esas trístemente célebres frases “de eso no se habla” ó “algo habrán hecho”; había toda una maquinaria oficial destinada a reforzar ese posicionamiento de buena parte de la sociedad argentina; o sea, el gobierno gastaba muchísimo dinero en publicidad oficial, cuya finalidad era méramente distractiva. El tiempo pasó, raudo y desbocado, las transformaciones fueron muchas en la vida de las personas, sin embargo, las respuestas del sistema siguen siendo las mismas: ahora también nos quieren meter en la cabeza que “Los argentinos somos derechos y humanos”. Eso es lógico: porque, si el sistema es el mismo, su reacción será la misma, ante los mismos estímulos. Y esto no es una mera simplificación retórica, como salen también a decir por ahí a modo de muletilla cuando se les agotan los argumentos para defender lo indefendible, no lo es porque está sostenido con datos empíricos y hechos concretos:
Hay argumentos de sobra para inferir que ambas cifras se quedan muy cortas, sin embargo la proporción se mantiene, así como el inaceptable silogismo impuesto solapadamente, desde la propaladora mediática de la violencia y el miedo, de que en Argentina una democracia en materia de derechos humanos equivalga a media dictadura.
Esta relación, desde ya, no incluye a las miles de víctimas silenciosas de los agrotóxicos, los transgénicos, el cianuro, el uranio, el fracking, la deforestación, y otras formas de saqueo y contaminación (extractivismo), cuya imposición en todo el territorio de la Nación Argentina, es también una indiscutible política de estado que viene armada desde afuera, con una clara bajada de línea impuesta por el gobierno nacional e implementada en las provincias, sean del signo político que sean. Desde ya, estamos luchando para que los artífices de este genocidio sean juzgados y encarcelados, y no queremos esperar 30 años, como hubo que esperar con los asesinos de la dictadura, queremos que sean juzgados y encarcelados ya. Hacia eso vamos.
 
Ángel Verón
En estos días se suma un caso más: Ángel Verón era un dirigente social chaqueño, atrapado por la maraña del asistencialismo y las prácticas clientelares del sistema político argentino y por la burocracia (o más bien burrocracia) de un estado completamente ineficiente, succionado por la corrupción y los intereses particulares de los funcionarios. Reclamaba lo que millones: tierra y vivienda en un país extremadamente desigual, donde existe la posibilidad de dar tierra y alimento a 300 ó 400 millones de personas, sus propios gobernantes lo tienen muy claro; pero por propia decisión oficial, sólo un puñado de privilegiados (legitimados por las reglas del sistema) acapara millones de hectáreas y despilfarra el confort y el alimento que necesitan millones de personas para vivir dignamente. Este señor tan sólo reclamaba un techo y trabajo para él y su gente, y alguien de arriba ordenó que lo persiguieran, no por la ruta que aparentemente decían que estaba cortando, sino por el campo (al momento de perseguirlo, dispararle, capturarlo y golpearlo no estaba cortando ninguna ruta y no había ninguna orden judicial para reprimir o perseguirlo) y lo atrapen apaleándolo como si fuera una rata y encima plantándole un arma, para de una manera rebuscada, intentar justificar esta atrocidad oficial.
Ángel Verón fue baleado, golpeado, totrurado (esposado a su lecho de muerte durante los 26 días que duró su agonía) y finalmente asesinado por el Estado (que NO somos todos). Pero el cinismo psicopático de los gobernantes no termina ahí: una vez terminado de consumar el crimen, le enviaron una corona de flores. Todo un mensaje mafioso de escarmiento (al mejor estilo Al Capone) hacia la lucha social en Argentina, obviamente sutil, pero en el fondo es el mismo mensaje que quieren dar siempre, después de que matan a alguien de la resistencia al sistema. Como si esto fuera poco, otro funcionario nacional sale a decir ante los medios que como Ángel Verón tenía una afección anterior, la balacera y la golpiza policial que recibió no fueron la causa de su muerte, mientras un muy famoso amigo suyo dice “violencia es mentir
“Sean eternos los laureles que supimos conseguir, coronados de gloria vivamos, oh, juremos con gloria morir” dice el himno, pero lo cierto es que en Argentina, los laureles que supimos conseguir (las conquistas sociales) no son eternos: los borra de un plumazo el funcionario de turno, y los verdaderos héroes (los luchadores sociales), es público y notorio que no viven en la gloria y tampoco mueren con gloria.
 
Todos los candidatos rindieron pleitesía a Rockefeller en la última reunión del Council
of theAmericas, realizado semanas atrás, esponsoreados por los beneficiarios directos
del modelo: Barrick, Monsanto, Chevron, PAE, AEN, Coca Cola, Pepsi-co, Microsoft,
Direcc-TV, etc... (click en la foto para ampliar y ver a los anunciantes detrás)
En estos días también serán las elecciones, porque nos enseñaron que cada 4 años hay que ir a votar: y ya de por sí al ciudadano se le plantea una duda: ¿es un derecho o una obligación? Ya que por definición, ambos términos se contradicen, son antónimos y antagónicos. También nos enseñaron que “así es la democracia: el que gana, gana”; y por ende, está legitimado por "una mayoría" para hacer lo que quiera o más bien lo que le digan de afuera que hay que hacer, a pesar de que está empíricamente probado que siempre es una minoría la que vota al que reúne la mayor cantidad de votos. De esta manera se entiende entonces que las democracias representativas, cada vez con más frecuencia, entran en crisis de representatividad, a pesar de estar “legitimadas por el voto”. Democracia representativa no es sinónimo de democracia participativa, así como tampoco democracia es sinónimo de participación. Hace rato que aprendimos que con la democracia “no se come, ni se educa, ni se cura”, ahora estamos aprendiendo a la fuerza que con la democracia tampoco se decide ni se participa en la toma de decisiones que son inherentes al sistema y son trascendentales para nuestra vida. Siempre el armado del andamiaje del sistema queda en manos de unos pocos, que consecuentemente pueden tomarse la atribución de tomar decisiones sin concenso social; como ocurre por ejemplo con la implementación del extractivismo (como modelo de supuesto desarrollo económico) que implica determinar zonas de sacrificio en vastas regiones del territorio, sin consulta previa a sus pobladores que pueden verse afectados en sus modos de vida y salud.
Pues bien, limitando la participación ciudadana estrictamente al voto, el sistema se asegura que, ya de antemano, el que gane una elección (especialmente la presidencial) no saque los pies del plato, a pesar de alguna que otra promesa caza-votos. Los candidatos con chances de ganar han demostrado en todos los casos, ser dignos representantes de Rockefeller, Rotschild, JP Morgan y demás prestidigitadores de la globalización y el poder del capital transnacional (los mismos que financiaron a Martínez de Hoz o las privatizaciones de Menem o la entrega del Banco Nación al propio Rockefeller, en 2009, sin recibir ni un peso a cambio), operando de la mano de Barrick, Monsanto, Chevron y una larga lista de otras corporaciones, que esquilman el territorio y se apropian de los bienes comunes, actuando como brazos ejecutores del pulpo capitalista que todo lo digita y a lo que todo se subordina, aunque para ello recurran permanentemente a todo tipo de violación a los derechos humanos.
 
Están llenando Argentina de milicos de todos los colores y armados hasta los dientes
y lo muestran como logro político ¿de qué corno no nos estamosenterando? ¿habrá
peligro de guerra? ¿echarán a los ingleses de las Malvinas? ¿invadirán las bases
militares chinas en la Patagonia o norteamiericanas en Chaco? ¿recuperarán los
territorios tomados por Bennetton, Lewis, Tunner, los malayos, etc...? ¿echarán a
Monsanto, Barrick, Cevrón, Glencore, PAE, PAS, etc...? ¿van a controlar el narcotráfico,
la trata o el contrabando? (cri, cri... cri, cri...). Entonces ¿porqué tanta reivindicación de
lo castrense? ¿por qué tanta apología de la violencia? Si esto es lo que nos muestran...
¿ qué y cuánto más es lo que esconden como "secreto de estado"?
La misma puesta en escena para hacernos creer que los argentinos somos derechos y humanos, es montada para hacernos creer que dentro de la oferta del cerco político, unos se diferencian de otros y que (en una de esas) defenderán nuestros intereses, en caso de ganar las elecciones (con o sin fraude, da igual, con ley de lemas, colectoras, listas sábanas, acarreo, clientelismo, robo de boletas, etc.) y ser ungidos presidente, funcionarios o legisladores. Todos, uno más que otros, mediante impostaciones ideológicas apócrifas y vacuas, pretenden internalizar que somos nosotros los que pedimos más botas, garrotes y gorras para preservar la “paz social”, como ha pasado una y otra vez a lo largo de la historia argentina, y así también, que seremos felices llenándonos de milicos armados hasta los dientes la calle, la vida y la existencia. Esa erogación que el Estado invierte en pertrechos, municiones, abultados sueldos de policías o militares, vehículos blindados, tecnología y sofware para espiar a personas y demás medios y equipamiento para matar y reprimirnos, podría ir destinado a escuelas, hospitales, sueldos dignos a docentes o agentes sanitarios y demás equipamiento para vivir y educarnos. A pesar de eso (e incluso a sabiendas), como pasa siempre, la masa los va a votar igual; y lo más probable es que así, con las mismas caripelas, las mismas fórmulas, las mismas metodologías y los mismos clichés de la política argentina, nada cambie, porque, como decía Eduardo Galeano, “Si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido”
 
Todo el tiempo, el poder político-empresarial busca denodadamente inocular en la mente de las personas que el mundo de paz, de amor y de poesía que soñamos es una ilusión o una utopía inalcanzable y que no existe absolutamente ninguna alternativa a la que ellos plantean, que no hay absolutamente ninguna chance por fuera del sistema, por eso nos etiquetan (infundadamente) de fundamentalistas, opositores, gorilas, ilusos, jipis, dementes o cuanta sarta de epítetos despectivos se les ocurra colocarnos. A pesar de ello, motivos no nos faltan, pequeños grandes logros tampoco, no bajaremos los brazos, seguiremos luchando por lo que creemos es el buen vivir, por fuera de la burbuja de la mátrix, buscando siempre nuestra patria ahí donde nos asignemos definitivamente el deber de sonreír

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