19/11/12

DARÍO JULIÁN MORENO (1972 - 2012)


  
El viernes 16 nos sorprendió, al punto de dejarnos helados, la noticia del fallecimiento de Darío Julián Moreno, compañero de lucha de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Tinogasta (Catamarca). Más allá de las circunstancias del hecho (que para mí no merece juicio de valor), lo trascendente del suceso es la pérdida irreparable, de quien en el sentimiento y a pesar de las distancias, está a tu lado a pesar de no conocerlo. Como ya he dicho en otros posteos anteriores, personalmente creo que los verdaderos homenajes se deben efectuar en vida, sim embargo no podía dejar pasar el hecho de que esta pérdida a muchos compañeros nos está haciendo reflexionar a cerca del sentido de nuestra lucha y de como debemos continuar de cara a un futuro que pretende mostrársenos cada vez más complicado. Reflexionando e indagando internamente en el contexto de fondo donde transcurren nuestras vidas, no me cabe ninguna duda que Darío es una vícitma del sistema, una víctima emblemática que terminó siendo fagocitada en cuerpo y alma por el aparato de la negligencia y la desidia, un sistema perverso e insaciable que a diario devora a varios "daríos", no al azar, sino eligiendo específicamente a aquellos que pregonan con más ímpetu por una de las utopías más inalcanzables del hombre actual: la vida digna, en paz y armonía con su entorno y sus pares.
En mi caso no lo conocí personalmente, por eso prefiero antes que escribir por el mero homenaje distal, reproducir los sentimientos y pesares de aquellos que compartieron físicamente parte de su corta y vertiginosa vida, cargada al extremo de compromiso.

Darío Moreno (de chomba blanca) en el acto a 36 años del Golpe Militar, en Buenos Aires, donde dirigió unas palabras, en representación de la Asamblea de Tinogasta, destacando la lucha de su pueblo contra el modelo extractivista e instando a continuar manifestándose "hasta lograr la victoria"

Nos debemos un abrazo, Darío
(Por Fernando Tebele, Radio La Retaguardia -
fuente original del texto)

El código telefónico de Catamarca aparece en el aparato, como tantas otras veces. Esta vez, no es él quien llama; pero nos llaman por él. Del otro lado del teléfono y del país, Martín, de la Asamblea del Algarrobo, nos trae la infortunada noticia: Darío Moreno se quitó la vida.
Nadie lo puede creer; ni el que lo cuenta, ni los que escuchamos. Estamos hablando de aquel tipo que siempre aparecía con su voz arengando a la resistencia contra la minería a cielo abierto. Del que necesitaba cuatro policías por lo menos para calmar su furia llena de razones y ni así era apaciguado. El mismo que se tiró de cabeza contra los camiones de La Alumbrera intentado evitar que atravesaran el bloqueo selectivo. El que quedó detenido por eso. Sí, ese tipo que al salir de la comisaría aún tenía energía para dar un discurso político a través de la radio. Para gritar NO PASARÁN.
Martín nos sigue contando lo que sabe. Es un amigo de esta casa. Tiene cara Martín para nosotros. Lo hemos abrazado varias veces. A Darío, en cambio, por una de esas paradojas de la vida, le pusimos cara el día de su muerte. Su voz se escuchó muchas veces en el mismo teléfono que ahora nos sorprende con la noticia. La última vez fue hace demasiado poco. Una semana atrás.
Cuando el teléfono suena desde Catamarca nos sobresaltamos. Desde aquella mañana de represión, cuando corrimos de la cama al estudio con los gritos desesperados de Karina Olmos mientras se metía dentro de un auto para proteger a sus chicos, esos números nos inquietan cada vez que aparecen. Esta última vez que escuchamos su voz fue una excepción. No estaban reprimiendo. No habían arrasado con el campamento como hace un mes. No. Ahora Darío nos llamaba para pedirnos un número telefónico. Es que la Asamblea de Tinogasta por la Vida, a la que le supo entregar buena parte de la suya, tiene funcionando una radio desde hace poco. Darío necesitaba entrevistar a alguien. Desde anoche -solo dormí porque me dictaron conciliación obligatoria con el sueño- que intento recordar a quién quería entrevistar. No tiene la menor importancia conocer ese dato, ni siquiera para este texto, pero es un detalle que me gustaría recordar. Supongo que será porque ahora sé que no volverá a llamar y siento la obligación de recordar esa conversación. Ante la muerte y sus misterios, uno puede detenerse en cualquier tontería. Darío sonaba contento esa que, ahora sabemos, fue nuestra última vez. Sonreía, entusiasmado por el chiche nuevo de la radio. “Estamos rompiendo todo con el programa de la mañana”, dijo, y largó una risotada enérgica. Otras veces hablábamos de la lucha; ese día hablamos de la radio. Al fin, fueron las dos cosas que, juntas, nos unieron.
Pienso cuánto tiempo faltará para que su nombre sea el nombre de una agrupación en lucha. Me río por eso. Supongo que él también lo haría. Al menos el Darío que yo me armé se reiría.
Ya no será posible darle un abrazo. Sí queda su voz registrada por la tecnología moderna. La misma tecnología que hace que, recién ayer, le hayamos puesto cara a un tipo al que sentíamos cerca. Hubiéramos preferido quedarnos solo con su voz.

Darío Moreno en "Campanas de Palo" reportaje realizado durante uno de los cortes en Cerro Negro.

Darío Moreno y el fin de la Inocencia
(Por Luis A. Taborda, Asamblea de Tinogasta "El agua vale más que el oro" fuente)

Darío Moreno acaba de entrar en la Historia. Hoy, a las tres de la tarde de un día de sol y calor como corresponde a la época del año en Tinogasta. Apenas conocido su trágico fin comenzaron a circular un sinnúmero de versiones de todo tipo, que la gente puso a rodar, con buena o mala fe, tratando de entender, de encontrar una explicación.

No se si hay, si habrá una explicación para todo lo que sucede. Hay cosas que pasan, simplemente, porque una extraña fatalidad coloca las piezas de cierto modo, o porque nosotros los hombres tensamos la cuerda demasiado, y mas allá de cierto limite, esta se corta. Darío vivió intensa, apasionadamente, y murió como vivió, a fondo, haciendo caso omiso a cualquier consideración que lo apartara del camino que él había elegido y creía correcto, incluso del camino último y sin retorno.

He optado en estas líneas, escritas un solo un momento después del desenlace, preguntarme acerca de cual es el legado de un hombre tan particular. Un hombre que se movió siempre en el filo, en el borde del abismo, con sus ideas y convicciones inquebrantables. Reacio a ceder, a negociar, a transar. Frontal como pocos. Corajudo y visceral: no hacia distingos entre enfrentar un camión de 50 toneladas en la ruta, o un fiscal, o un comisario. Paso como una ráfaga veloz por la existencia, como aquellos que los dioses señalan, dejando una estela de solidaridad y humanidad difícil de equiparar. Como persona destilaba ternura, humor, y una lucida aunque emocionada sagacidad que era como su marca registrada.

En estos tiempos oscuros en que presenciamos tantas agachadas, maniobras inconfesables, subrepticios cambios de opinión, incoherencias a destajo, funcionarios raquíticos de propuestas superadoras, veletas humanas que giran al compás de los intereses en juego, la firme posición de Darío en lo que hace al tema ambiental no podía sino reservarle un lugar único, destacado. Y proveerle de muchos amigos y enemigos. Pero él sabía de qué se trataba pues como gaucho que era conocía palmo a palmo su departamento, por haberlo andado a caballo. Sus cerros, sus quebradas, sus cursos de agua, sus sitios arqueológicos. Y vivía rendido ante la belleza incomparable de los paisajes y la calidad y sencillez de la gente de pueblo. Y tenía, también el don de saber transmitir su convicción y sus experiencias de manera directa, sincera, fuerte.

Con su muerte, hay que decirlo, concluye un tiempo. Un tiempo, estos últimos años, del 2007 a esta parte, que él ayudo a forjar con su ejemplo. Concluye el tiempo de la inocencia en el que podíamos pensar, hablar u opinar casi con liviandad, entre dos cervezas en los bares, o en la plaza, o en la sobremesa de algún asado. Ese tiempo fue. Darío Moreno impuso un compromiso ético, en el sentido de proponernos pensar un futuro distinto y mejor que no incluya, como condición necesaria, la devastación del ambiente y la actitud cómplice, o al menos complaciente ante todo tipo de acuerdos y negociados. Saber honrar su memoria requiere a partir de ahora de toda la fuerza y la lucidez de que seamos capaces. Cada uno de nosotros. Solo así estaremos cumpliendo a carta cabal con este notable tinogasteño que acaba de dejarnos, y que a partir de este día seguramente ha de seguir recorriendo a “tranco manso” los campos y aguadas del más allá.
  

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