Ante la reciente noticia sobre el fallecimiento de Hugo Chavez, reitero los conceptos vertidos oportunamente cuando ocurrió la muerte de Nestor Kirchner (VER ACÁ), no obstante ello, quisiera hacer algunas salvedades.
Del dicho al hecho...
Habiendo transcurrido ya un cierto tiempo del falecimiento de NK, si bien ha sido (para bien o mal) una figura relevante de la historia argentina, resulta un hecho por demás absurdo el mercadeo político en torno a su muerte, situación pergeñada desde la sucesión del poder por él dejado a su vuida, de este punto ya hemos comentado algo también (VER ACÁ). Cuando los hombres de bien (específicamente aquellos que han mantenido una coherencia tanto en sus dichos como en sus acciones desinteresadas) se marchan para siempre, no necesitan tanta parafernalia, ni circo propagandístico, ni homenaje vacuo y/o apócrifo, ni mausoleos faraónicos para trascender y quedar inscriptos como grandes personalidades ejemplares en las mejores páginas de la historia.
Con respecto a Hugo Chavez, también se ha dicho y visto de todo, ya desde los momentos previos a su muerte e incluso desde que su diagnóstico de cáncer tomó estado público. No me pareció correcto que ante la detección de su enfermedad, y más aún cuando ya era previsible su fatal desenlace, no se hubiera preocupado él o sus seguidores, de preparar una sucesión. Este punto es fundamental, ya que desde el vamos, con esta actitud se pone en duda si la "Revolución Bolivariana" es realmente un modelo de país y una construcción socio-colectiva, o simplemente ha sido una pantalla para consolidar un personalismo exacerbado y mórbido. Ya el hecho de pretender permanecer tanto tiempo en el poder, recurriendo para ello a modificar una y otra vez la constitución y las leyes de su país a la medida de sus ambiciones personales (la última tan sólo pasa ser una suerte de candidato testimonial), resulta ser una concepción que desde su génesis se da de bruces con las definiciónes de "modelo", de "revolución", de "republicano" y también de "progresismo"
Queda, obviamente para un anñalisis posterior, el uso indiscriminado que se está haciendo y se va a hacer, de su figura para sostener un modelo insustentable, no sólo por ser caduco por su raigambre puramente extractivista y especulativa, sino por todas las contradicciones que presenta en lo ideológico y lo práctico. Este modo de actuar psicopático ha quedado indudablemente evidenciado desde un primer momento, por ejemplo con el delirio paranoico de un sabotaje o atentado contra su vida, o más palpable aún, aunque menos evidente cuando los sucesores de Chavez decidieron embalsamar su cuerpo, independiente de lo que él pensaba en vida de tal procedimiento...
Evitables comparaciones
Tampoco faltaron quienes por estos días pretendieron hacer una comparación entre las realidades políticas de Venezuela y Argentina, apelando a fórmulismos rebuscados y floreos retóricos completamente insustentados, por falta de verificación en hechos veraces o en datos de la realidad concreta.
Sinceramente creo que entre ambos modelos político-económicos hay tantas diferencias como similitudes y en todos los casos saltan las contradicciones entre el contenido de los discursos y la matriz de los modelos implementados desde el poder de la casta político empresarial de nuestros países.
No se puede dejar de mencionar y reconocer que Venezuela, a pesar de poseer un modelo primario exclusivamente petrolero dependiente y con poca industrialización, es dentro de latinoamérica, el país con mejor distribución de la riqueza y mejor recuperación del ingreso en estos últimos años, con parámetros que están muy por encima de Argentina, en Venezuela se dio algo similar a lo ocurrido hace ya unos años con la San Luis de los Rodríguz Saá: el gobierno se encargó de darle trabajo, casa, educación y servicios a casi toda la población económicamente activa. Desde el punto de vista pragmático (salvando las diferencias ideológicas que en escencia no son tantas como los opinólogos de ocasión creen), el modelo venezolano ha producido desde el punto de vista social un efecto con resultados prácticamente similares a los ocurridos en la provincia argentina de San Luis, allá por los años '90s, condiciones que aún hoy continúan percibiéndose.
Fundamental diferencia: el modelo político
La realidad política de la Republica Argentina no tiene nada que ver con la de la República Bolivariana de Venezuela: Hugo Chávez llegó al poder rompiendo la hegemonía política bipartidista de ese país, con partidos políticos nuevos o movimientos que nunca estuvieron en el poder ni formaron parte activa de los procesos políticos anteriores. Un cambio similar al de Venezuela (que fue el primero de este tipo en América Latina) se dio en otros países como Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador y El Salvador y los ya caídos modelos de Paraguay y Honduras. ¿Podemos asimilar estos cambios como revolucionaros? en parte sí, por que se dejaron de lado estructuras político partidarias tradicionales enquistadas y al principio hubo ciertos cambios de corte social e ideológico, pero con el correr del tiempo podemos decir que definitivamente no, no sólo porque los presidentes tratan de aferrarse a toda costa al poder de manera indefinida, sino, fundamentalmente, porque muchos de esos cambios, o fueron méramente declamativos o se volvieron atrás (ver como ejemplo la reciente modificación de la legislación en Ecuador que contradice lo recientemente incorporado a su Constitución en todo lo que hace a los derechos relacionados con los bienens comunes naturales, camino que también viene esbozando Venezuela)
La situación política argentina actual difiere enormemente de la de Venezuela, en el sentido de que hoy el poder está detentado por una estructura político-partidaria arcaica con consignas, liturgias y símbología que se han mantenido inalterables a través del tiempo, que ha dirigido o decidido los destinos del país desde 1945 hasta la fecha, ya sea manejando las riendas del poder político o fuera de él. Esta situación de coyntura fundamental de la política argentina, queda corroborada en el hecho público y notorio que las caripelas de política local no han cambiado sustancialmente: son los mismos hace 20 años, una gran parte de funcionarios y legisladores actuales participaron activamente y ocuparon similares cargos en los gobiernos de Menem, Duhalde, Kirchner y hasta del malogrado De La Rúa, algunos incluso vienen ocupando cargos políticos hace 40 años o más.
Bajo estas condiciones difícilmente se pueda generar un cambio que pudiera esbozarse como "revolucionario", más allá de las impostaciones ideológicas apócrifas que se modifican o se moldean de acuerdo a la ocasión. O sea, difícilmente cambie el modelo, si primero no cambian las personas y las estructuras arcaicas que lo han diseñado y lo mantienen vigente (es como el cuentito del lobo que de repente se hace el bueno y pretende cuidar a las ovejas, pobrecitas).
Tampoco es un hecho menor que, a diferencia de Venezuela, en Argentina, la corporación político empresarial gobernante, a pesar de aparentar una imagen de tendencia izquierdista o más bien "progre, en definitiva, siempre ha recurrido a incorporar figuras notables de la derecha en sus filas, incluso en los binoomios presidenciales, para ganar elecciones, este fenómeno se repite en cada elección: 2003 NK-Scioli, 2007 CFK-Cobos, 2011 CFK-Boudou...
En ese sentido, mal que les pese a los aplaudidores de ocasión, el modelo político argentino y sus bases histórico-ideológicas, se asemejan más a las de países como Chile, México o Colombia, porque la matriz bipartidista tradicional (PJ-UCR) aún no ha sido quebrada, y todo pareciera indicar que tampoco estaría en proceso de serlo. En ese sentido, ningún dirigente político argentino se le acerca ni a los talones a Hugo Chavez, aunque desde ya, eso es apenas una condición, no lo es todo...
Fundamental similitud: la matriz extractivista
La similitud más visible entre el modelo de Venezuela y Argentina, que no precisamente los acólitos de ocasión se esmeran en recalcar (por el contrario: "de eso no se habla"), es la abierta predisposición de la corporación político-empresarial gobernante en ese país de que (más allá de su harto conocida retórica supuestamente anti-imperialista) por lo bajo y de manera discrecional, a los negocios con el gran capital transnacional para poner a su disposición los bienes comunes que son del pueblo.
La impementación de la megaminería hidrotóxica y la gran cantidad de conflictos y muertos que deja, la deforestación y posterior sojización con transgénicos y fumigación sobre enormes porciones del territorio, la construcción de megarrepresas, el exterminio de los pueblos originarios o su persecución plítico-militar, cuando no también el asesinato de sus líderes por parte de sicarios tercerizados, así como la criminalización de la protesta social vinculada a estos temas; y la persistencia oficial en mantener y hacer crecer exponencialmente una matriz energética y de consumo insustentable; y las facilitaciones legales, administrativas y de infraestructura para la consecución del saqueo y la devastación (IIRSA); no difiere demasiado de la implementada en el resto de los países latinoamericanos (en especial en Argentina).
En ese sentido es clara, pública y notoria la contradicción del discurso "anti-imperialista" de Chávez, cuando en los hechos concretos, los representantes económicos de la Corona Británica, su brazo operativo de la Commonwealth y el Departamento de Estado Norteamericano (Chevron, Texaco, Exxon, British Petroleum, Monsanto, Angloamerican, BHP Billiton, Gold Corp, Mc Ewen Minning, Newmont, Anglo-Gold, etc.) hacen multimillonarios negocios con el gobierno "Bolivariano y Revolucionario" de Venezuela, entregando al imperio los bienes comunes a espaldas del pueblo, hipotecando su futuro y el de todos los que habitamos este mundo. Cabe recordar también que a pesar de los discursos, Venezuela es el país de Latinoamérica más norteamericano-dependiente en el plano económico: su balanza comercial con este país, no sólo es la más importante dentro de su propia economía, también es la más negativa de todo el subcontinente...
Los mal llamados "recursos naturales" han sido nacionalizados en Venezuela y su explotación está por ley adjudicada a emprsas del estado, sin embargo el propio Estado no posee la capacidad técnica, operativa, ni económica para llevarla adelante como pretende, a lo mega y sin responder a la demanda local sino a satisfacer intereses externos ajenos a los del colectivo social venezolano, así como tampoco la voluntad política de adecuar la matriz productiva a las necesidades reales de su población; y por eso termina asociandose y entregando buena parte de su rentabilidad (con fuga de dividendos al exterior incluido) a los mismos intereses privados particulares e imperialistas a los cuales Chavez pretendió denostar en sus encendidas arengas durante gran parte de su vida pública.
La cotradicción entre los dichos y los hechos tiene un matiz particular en Venezuela y es que, a diferencia del Estado Argentino (entreguista y cipayo hasta la médula) el Estado Venezolano ha pretendido ponerse a la misma altura de las corporaciones, pero como el modelo de saqueo, devastación y despojo es el mismo, independientemente de quien lo implemente y lleve a cabo, los resultados no difieren demasiado entre uno y otro: la entrega y el sometimiento al gran capital corporativo transnacional terminó de una u otra manera, consumandose, porque evidentemente la nacionalización de un modelo transnacional, imperiosamente necesita de sus ideólogos para llevarlo adelante...
En ese sentido, hablando de extractivismo entreguista y sus consecuencias ambientales, sociales, territoriales y económica para los pueblos, el accionar de Hugo Chávez ha sido en los hechos concretos (salvando ciertas diferencias operativo-discursivas) bastante similar a los demás presidentes latinoamenricanos, sin distinción de sesgo pseudoideológico, y desde ya, sólo por ese acto de traición suprema, no merece ni por un segundo compartir un sitial entre los grandes de la historia.
Colofón y pésame...
La locura mediática pareciera no reconocer límites, tal vez sea por eso que con el cadáver aún templado, salieran a esgrimir una teoría rebuscada respecto de la inoculación del cáncer a Hugo Chávez, algo que en principio, resultaría muy poco probable que sea así y menos asún de comprobar. No es la primera vez que ocurre, elucubraciones de la misma calaña trascendieron con las enfermedades de Lula, Lugo o la propia CFK. Lo que sí es público y notorio, pero los medios ni los presidentes se ocupan, es el cáncer de los pueblos inoculado desde afuera por los mismos intereses a los que se están acusando en el delirio retórico bolivariano. Pero el cáncer de Hugo Chávez no es el cáncer de los pueblos...
Lo más coherente que hé leído por estos días es que sería deseable que una vez que se calme la andanada adulacionista de estos días, se pueda debatir respecto del cáncer como forma de exterminio masivo de personas, el cáncer introducido en nuestra patria grande continental, que día a día se lleva la vida de cientos de compatriotas, incluso niños; el cáncer que viene de la mano de las sociedades de hecho conformadas por las corporaciones transnacioneles saqueadoras y los gobiernos de turno entreguistas; ese mismo cáncer que viene de la mano de modelos expoliadores, con sus agrotóxicos, sus
organismos genéticamente modificados (alimentos transgénicos), su destrucción masiva de paisajes y comunidades, su
contaminación, corrupción e impunidad estructurales; y no tanto gastar el tiempo en buscar concentrar en ciertas figuras un poder revolucionario que en el fondo y en escencia no es tal y ni siquiera existe, porque precisamente, por definición las revoluciones son movimientos contra-poder.
Lamentablemente en algunos sectores de la sociedad hay una actitud cómoda de ponerse el disfraz de progres y/o libertarios latinoamericanos y delegar los compromisos sociales propios en gobernantes con intereses personales que no necesariamente coinciden con los del común de los mortales. Pareciera que las muertes magnas sólo sirven para ensalsar o defenestrar a las personalidades, poniéndolas por encima del resto de la población, en una clara y absoluta coincidencia con las miradas mediáticas corporativas que esos mismos sectores dicen criticar. Nada de mirar alrededor ni hablar de lo que está realmente en juego, que es la destrucción (lenta pero progresiva) del planeta...
Mi más sincero pésame a los muertos por acción u omisión de los estados, tanto el de Argentina, como el de Venezuela