“Tomar al oficialismo como parámetro único de verdad es un riesgo que como intelectual que busca desordenar el orden mundial no deberías correr tan dócilmente” (Maria Galindo – Feminista, grafitera y agitadora callejera boliviana. Autora del libro “Ninguna mujer nace puta”).
La independencia intelectual pareciera estar herida de muerte en Argentina, hoy un sector de la intelectualidad cumple el tristísimo papel de justificar las tropelías de la actual gestión de gobierno, usando para ello la propia estructura del Estado.
En Argentina actualmente no existe ni por las tapas gobierno “nacional y popular” ni “histórico proceso de cambio” como algunos pseudos-iluminados pretende denodadamente hacernos creer; todo es una suerte de mito infundado, gestualidad ficticia, cortina de humo para seguir consumando el delito del más refinado guante blanco. Por el contrario, estamos ante el gobierno más impopular en la historia de la democracia argentina. El 28/06/2009 así quedó demostrado: la facción oligárquica gobernante sacó algo más del 30% de los votos, habiendo sufragado alrededor del 65% del padrón, el resultado (65% del 30%) revela que el actual gobierno fue apoyado de manera efectiva nada más que por el 19% del electorado. Más elocuente objetividad de información que las cifras reales no existe y lo demás que se diga al respecto es pura especulación, sólo funcional al poder.
De lo pretendidamente “nacional” también hay para hilar muy fino, sólo digamos para redondear que actualmente se continua con la férrea y exacerbada imposición del modelo extractivista neoliberal impuesto desde el norte, expoliatorio de toda nuestra riqueza, devastador para el medioambiente y la vida de las comunidades locales y los pueblos originarios; riqueza que por cierto, está cada vez más en manos de extranjeros, fundamentalmente norteamericanos e ingleses (incluidos los vasallos de la “Mancomunidad de Naciones”). Los intentos por denunciar esta situación son sistemáticamente silenciados, reprimidos, judicializados y criminalizados por el ala política del poder gobernante (las cientos de asambleas ciudadanas autoconvocadas a lo largo y ancho de todo el país puede dar fe de ello).
La lógica del sentido común indica a todas luces que estos autodenominados intelectuales de la Carta Abierta, como gente de bien que uno cree que son, deberían haber dotado al gobierno de la ilustración necesaria para guiar los destinos del país en beneficio del colectivo social y ahondar en la búsqueda de alternativas de desarrollo que garanticen sostenibilidad económica, social y ambiental. En vez de eso hacen todo lo contrario, cada vez que el gobierno lleva adelante todas y cada una de sus trapisondas, cada vez que de la mano de sus decisiones se avanza con la devastación del territorio, ellos utilizan su intelecto exclusivamente para justificar, de la manera más rebuscada y absurda, la decadencia actual y el despojo generalizado, con frases tan nefastamente célebres como “la corrupción y la pobreza son estructurales y hasta necesarias para el funcionamiento del sistema” o inventando supuestas conspiraciones de la supuesta oposición y vaya a saber cuánta patraña más.
Es obvio que para ellos también “el show debe continuar”, si no fuera así, no podrían mantener el kiosquito funcionando bajo el ala del poder político y económico, en definitiva hoy todo se compra, y la autoproclamada intelectualidad no escapa a ello, a pesar de que vociferen a diestra y siniestra que no es así (en verdad, los postulados de la filosofía de cafetín no puede aspirar más que a vociferar, pero bue, esa es su manera de expresarse y a la postre es lo que cuenta…).
Señores de la Carta Abierta: la discursividad, como toda disciplina, no es otra cosa que pura ciencia (como lo es todo el conocimiento) y ustedes deberían entenderlo mejor que nadie (por eso estudiaron tanto ¿verdad?): si las palabras, como los saberes, carecen de veracidad empírica se convierten en meras elucubraciones; en definitiva, sus dichos no aportan nada nuevo, como pretenden hacernos suponer; por el contrario, son más de lo mismo y de eso hace tiempo ya que estamos hartos.
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